martes, 24 de mayo de 2011

El final de Alicia

Instrucciones: leer escuchando Autumn Leaves de Chet Baker

Todo empezó cuando unas hojas despertaron a Alícia del fantástico sueño en que cayó una tarde de verano a orillas del Támesis, en algún lugar entre Oxford y Godstow…. Apenas terminó el libro lo dejó junto a la cama, en la mesita de noche. Abrió las ventanas a la noche de fresco verano y respiró hondo. El olor a tomillo y el canto de los grillos le abrió el apetito de pasear bajo la luna. Salió del pueblo por el camino del norte, hacia las cañadas, para volver a casa tras un breve paseo y con un brote de esparto en las manos. En la casa todo era silencio. No tenía sueño. Así que decidió abrir un nuevo libro de relatos que andaba por el estante: Histórias de Cronópios y de Famas, rezaba la cubierta. Lo abrió cuidadosamente y ahí mismo, de pié, leyó una cortísima historia que trataba sobre como matar hormigas en Roma. Le pareció ingenioso, algo raro. Dejó el pequeño ejemplar también en la mesita de noche, junto al vaso de agua y a las tapas coloridas del último libro que acababa de leer justo unas horas antes. Y entonces fue cuando se percató de que no recordaba el desenlace del sueño de Alícia. Perpleja por su falta de memoria releyó las últimas palabras de Carroll para cerciorarse de que definitivamente no recordaba nada en absoluto del final del relato. Anduvo durante un tiempo algo alterada por aquel descubrimiento: en cuanto leía el final de un relato, olvidaba el final del relato precedente. Probó leer a los clásicos por si era solo una cuestión de intensidad: Epicuro, Homero, Virgilio.... pero en cuanto leyó la Eneida olvidó el final del viaje de Ulises. Lo intentó con novelas de aventuras: Conrad, London, Melville, Pérez-Reverte, pero no terminaba de leer el final de una, olvidaba irremediablemente el de la anterior. Ni Dovstoievsky, Vila-Matas o Umberto Ecco, se salvaron del olvido. Con el tiempo se percató que esto le sucedía tan solo con cuentos y novelas, para nada con la poesía, los prospectos de las medicinas o los artículos científicos sobre las micropartículas destinadas a combatir el cáncer. Yo la conocí una tarde lluviosa de septiembre, cuando entró en la librería con el pelo y el gabán chorreando océanos. Se acercó para que le firmara un ejemplar de Las ausencias invisibles, mi última novela, y con la que había alcanzado un éxito editorial relativamente importante. Tras pedirle su nombre y estampar mi firma junto a una dedicatoria estándar, le pregunté si le había gustado. No la he leído- Contestó- Y no creo que vaya a hacerlo. Tú novela anterior me gustó muchísimo y no quiero olvidarla. Ante esa respuesta no pude más que invitarla a una taza de chocolate en el Carrer d’en Xuclà para que me explicara qué significaba todo aquello. Desde entonces, cada noche antes de acostarnos y antes de perder la noción del tiempo entre sus sábanas de franela, le voy leyendo “a la carta” los finales de sus novelas favoritas.

domingo, 22 de mayo de 2011

La física no falla


Deja que la física se interponga entre la mesa de mármol y mis manos. Deja que en esta mañana el sol refleje el azul de mi mediterraneo. Deja que empiece de nuevo la atracción de mi masa..... Lacón, sifón, coñac y cazalla: la mejor manera de afrontar un fin de semana

lunes, 16 de mayo de 2011

"Les grans paraules ens buiden i ens cansen..."

Alicia se viste y desviste. Y esta noche vuelve de un largo viaje tras los espejos. Y trae mas heridas, señales de luchas antiguas y músicas amables....