domingo, 16 de octubre de 2011

Octubre tiene nombre de Jazz (primera parte)

Leer escuchando Eggs an Sausage de Tom Waits
Flujo y reflujo. El océano modifica su nivel y empuja al Duero tierra adentro. La luna llena impone la marea mas alta del año y Oporto nos enseña sus dientes y sus entrañas. En mi mente la cara que hace unos instantes golpeé hasta hacer sangrar con mis nudillos. Ahora, mientras aprietas la misma mano sangrienta firmemente, me ayudas a atravesar la calle, sorteando coches y tranvías. Es fascinante como la adrenalina y el Porto llegan a compenetrarse para darme la sensación de estar volando.

Intento seguirte los pasos hasta el apartamento que has alquilado en Foz de Douro. Todavía pesan las notas del saxofón que hace unos minutos sonaba en el club, justo en el momento en que ese tipo incómodo e imbécil se puso delante de mí. El cantante hacia una muy buena versión de Eggs and Sausage, que es un espacio encallado entre la mala suerte del sábado noche, y la resaca grasienta y espesa del lunes. Todo un clásico que conseguía desgranar con talento y precisión. Los dedos del contrabajista se movían por el mástil como si acariciara la columna vertebral de una finlandesa. Las escobillas caminaban por un sendero de gravilla rumbo a algún lugar perdido entre el Medio oeste y el humo de los locales de Harlem. Y el piano reía, todavía no borracho del todo, entre cigarrillos y sorbos de Bourbon. Me gustaba la banda, y me gustaba aquel lugar en la barra. Tenía una buena visión sobre el pequeño escenario y tu nuca. Así que no quería que nada, absolutamente nada, me molestara. No en vano había recorrido los clubs de jazz de media Europa buscándote: el Vortex de Londres, el Harlem de Barcelona, el 7 lezards de París, el Fabrick en Hamburgo, el Pinocchio en Florencia con sus arcos dorados y su camarera albanesa de ojos profundos, el Porgy and Bess en Viena, el Hot Club de Lisboa, antes de que se quemara en las navidades de 2009. Por fin, en el Hot Five de esta ciudad clavada en las colinas frente al río y al Atlántico, conseguí dar de nuevo contigo. Y a ese cabrón no se le ocurre nada más que vacilarme en cuanto le pido, con buenos modales, que se mueva algo a la izquierda. Fue eso lo que me hizo darle un primer puñetazo con el que le rompí la nariz. Y bueno, quizás el vino, el cansancio y las anfetaminas también influyeron algo. No suelo usar la violencia con las personas que no conozco, pero creo que ese mamón se lo tenía merecido. Llevaba todo el concierto hablando, gritando más bien, con su voz extremadamente aguda, de cerdo degollado, metiéndose con clientes y camareras indistintamente, y jodiéndome la vista y el oído. Así que, por una vez decidí meterme en líos. Quizás también así conseguía llamarte la atención. Y bueno, parece que lo conseguí, porque me recogiste del suelo, donde me caí después que la seguridad del local me echase a empujones. En otro momento de mi vida, y en diferentes circunstancias, ni me hubiera dejado avasallar por esos cabrones, ni hubiera montado ese espectáculo. Mi mente, normalmente fría y calculadora, esta demasiado cansada y alterada por la química. Mi padre, hasta hace unos meses, la única guía en este carrusel en el que mi vida viaja, estaba muerto. 

Y aquí ando, de tu mano, hacia el apartamento que alquilaste hace unos días en la orilla izquierda del río.
Hotel Urpí. Octubre 2011

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